Si observamos las mejoras de la clase
trabajadora en este siglo y las comparamos con la situación del trabajador del
taxi nos damos cuenta de la desigualdad existente tanto en el ámbito laboral
(jornada de trabajo, remuneración, descanso...) como en la protección social.
Las jornadas laborales que debe realizar
el autónomo del taxi para subsistir rondan las 70 horas semanales
(prácticamente el doble de las realizadas por un trabajador por cuenta ajena)
soportando altos índices de estrés y fatiga causada por la circulación urbana.
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La atracción que induce la autonomía
laboral del taxista se ve truncada por las restricciones que establece el
mercado, la libre competencia, las normas no escritas que impone el sistema de
trabajo (el mercado laboral del taxista esta delimitado por la demanda), la
necesidad social, por el número de taxistas que ofrecen su servicio y por los
requisitos bajo los que han de realizar su trabajo.
Es la tiranía del mercado laboral la que
transforma en esclavitud la vida del taxista, porque controla todo su tiempo y
les crea una dependencia absoluta que les avoca a la pobreza: si no económica,
sí espiritual.
Las consecuencias de todo lo expuesto les lleva poco a poco pero
indefectiblemente, a la pérdida de la salud.
Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia y
Zaragoza son las ciudades que tienen las contingenciaciones más severas. Todas
estas ciudades sacaron un exceso de licencias en la década de los años 70 y 80
con el desarrollo industrial.
Pero con el paso de los años y la mejora
de los transportes colectivos, en extensión y frecuencias, el aumento en más
del doble en el parque automovilístico y la pérdida de muchos servicios que se
hacían antes (los sanitarios, por ejemplo) han hecho prescindible nuestro
servicio más de lo previsible: confirmando que fue un error conceder aquéllas
licencias en exceso.
Por otro lado hay que tener en cuenta que
el taxista debe de realizar diariamente su trabajo sin tener un salario fijo,
la inseguridad de sus ingresos le persigue a diario pues no tiene clientela
estable. Tiene que proveerse de un fondo para situaciones adversas, como
accidentes, averías, enfermedad.
El coche es si herramienta de trabajo que
ha de estar en perfectas condiciones, cuando este esta parado, por arreglos o averías,
le imposibilita para obtener ingresos, de igual manera le ocurre si enferma,
deduciendo de esto que vive a merced del tráfico y de los imprevistos,
generando en él una fuerte inseguridad que le obliga a tomar decisiones para
solventar estos imprevistos como disminuir cuantitativamente sus días de
vacaciones y alargar las jornadas laborales hasta rozar la insensatez.
Los taxistas son económicamente débiles
porque no tienen asegurados unos ingresos estables y por estar a merced de los
imprevistos que hemos mencionado, aunque hubiera temporadas excepcionales en la
que los ingresos fueran elevados seguiría existiendo en ellos esa debilidad
económica porque saben que no son dueños de sus estabilidad laboral y el futuro
siempre es incierto. Sabe muy bien que cuando se entra en crisis económica y el
país disminuye su tasa de actividad, el sector del taxi lo sufre de forma
especial en su recaudación, disminuyendo el número de clientes y sin embargo
sus gastos de mantenimiento más significativos permanecen invariables.
Hay que reseñar que a partir de los
cincuenta y cinco años se va perdiendo capacidades para este tipo de trabajo,
amen de las lesiones que han ido surgiendo al cabo de los años y les limitan en
su trabajo, pues los movimientos que les limitan son más dolorosos. Ante esto
el taxista opta, al no quedarle otra opción, por seguir trabajando enfermo o
con dolor, esquivando intervenciones quirúrgicas, como si los problemas fueran
a desaparecer milagrosamente con el tiempo.
Al empezar la actividad los más jóvenes,
tienen que afrontar los costes de Inicio de actividad, empezando por el
vehículo y en su posterior mantenimiento. Ha de adquirir la licencia municipal
que amortizará, como poco, en diez años y cada seis años deberá reemplazar su
vehículo: de lo contrario gastará mucho más en averías: Deberá tener mucho
cuidado con los golpes que paralizarán su actividad y su única fuente de
ingresos.
Los taxistas son víctimas de un sistema
perverso, pues proporcionando un servicio público no tienen ningún tipo de
compensación social que les proteja frente a las adversidades.